Historia y contexto 90′ : Represión civil y fin del proyecto
La caída de la Unión Soviética y todo el campo socialista (con las dignas excepciones de Cuba, China y Vietnam), dando paso al “fin de la Historia” y el inicio de la hegemonía unipolar de EEUU. El lucro, individualismo y consumismo como pilares de la religión neoliberal. Los malls y centros comerciales, como sus iglesias.
Latinoamérica abraza el nuevo credo con el éxtasis de la victoria anticomunista. Menem en Argentina, Collor en Brasil, Pérez en Venezuela, Fujimori en Perú, Sánchez de Losada en Bolivia, Chamorro en Nicaragua, Salinas de Gortari en México (donde al menos los zapatistas le amargan la entrega del país a los gringos). Todos a la postre comprobados ladrones, represores y serviles a EEUU. El Consenso de Washington define los destinos de la región.
La década en Chile amanece recordando con los últimos días de la Dictadura, que la libertad debe conquistarse por el pueblo. Un túnel pacientemente construido desde la cárcel por militantes comunistas permite la fuga en enero de 1990 de 43 presos políticos, tanto los del plan original como los rodriguistas que fortuitamente encuentran el túnel y toman su oportunidad.
Tres meses después, Patricio Aylwin recibe de Pinochet la banda presidencial, iniciando el período histórico conocido como “Transición a la Democracia”. Sus pilares son la impunidad para los genocidas, la desarticulación de las organizaciones armadas de izquierda, el consenso con militares y civiles de la derecha, la profundización del modelo neoliberal, y la desmovilización de las organizaciones políticas y de la sociedad en general.
El Frente responde con la continuación de la campaña “No a la Impunidad”, realizando un atentado a Gustavo Leigh, Comandante de la Fuerza Aérea miembro de la Junta Militar que ordenó bombardear La Moneda el 11 de septiembre. Durante el año serán ajusticiados el coronel de Carabineros Luis Fontaine, creador del servicio de inteligencia de dicha institución, asesino mediante tortura de Carlos Godoy y degollador de Santiago Nattino, Manuel Guerrero y José Manuel Parada; y el sargento del Ejército, CNI y escolta de Pinochet durante el frustrado Tiranicidio, Victor Valenzuela.
El primer día de abril de 1991, un comando del Frente ajusticia al senador Jaime Guzmán Errázuriz, arquitecto de la Constitución de 1980 y el neoliberalismo político que co-gobierna la Transición desde el recién estrenado Parlamento. La respuesta del Poder será implacable.
A fines del mismo abril, el gobierno civil crea el “Consejo Coordinador de Seguridad Pública”, más conocido como la Oficina, agencia de Inteligencia que viene a reemplazar a la DINA de los 70 y la CNI de los 80, en su función antisubversiva. Nutrida con lo más selecto de la traición nacional, antiguos militantes del Partido Socialista, el Partido Comunista, el MIR y el FPMR ejercen actividades conspirativas, de espionaje y delación contra sus antiguos camaradas. Decenas de militantes y combatientes son abatidos en las calles y otros tantos encarcelados.
El error táctico en el ajusticiamiento de Guzmán, confundiendo la legitimidad de la Justicia Popular ejercida contra torturadores con la eliminación física de un enemigo político, tiene consecuencias estratégicas y se salda no sólo con el rechazo de la población general a la acción (y por extensión, a cualquier acción armada), sino también con el vaciamiento y disolución de las estructuras civiles, la profundización de las deserciones que ya habían comenzado con el inicio de la Transición, y el quiebre definitivo entre los dos últimos sectores “fundadores” de una organización que, finalmente, no logra adaptarse al cambio de escenario que significa la salida de Pinochet de la Presidencia.
Pero queda un último regalo, al pueblo de Chile.
A las 3 de la tarde de un caluroso 30 de diciembre de 1996, un helicóptero baja con un canasto blindado a los techos de la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago de Chile. En menos de 1 minuto son rescatados Mauricio Hernández, el legendario Comandante Ramiro, junto a los combatientes Pablo Muñoz, Patricio Ortiz y Ricardo Palma.
En medio de la debacle militar, política e ideológica que significó la década de 1990 para la izquierda mundial y nacional, el Frente se despide del pueblo con una última acción que reafirmaba los valores más preciados para el rodriguismo: Honestidad, consecuencia, amor por el pueblo, disciplina, valentía y audacia.