AYUDISTAS
Diversas personas participaron en la construcción de una red de ayuda que soportó las diferentes misiones del FPMR. Aquí algunas historias y testimonios de quienes hicieron posible con su aporte el desarrollo de la historia.
Si quieres contar tu experiencia, escribenos a fundacionraulpellegrin@gmail.com
- Conspiradora a toda prueba (Homenaje a Alicia)
- Maqueta para torre (testimonio)
- Los resortes de la cama (Homenaje a Flor)
– Yo misma traigo sus herramientas – La voz de mi madre se escuchó firme en el pasillo mientras enfrentaba al maestro que insistía en recuperar sus utensilios de la bodega de la amasandería.
Me encontraba en el interior, con medio cuerpo hundido en la entrada del túnel que apenas comenzábamos a excavar. Desde mi posición, a través de la delgada rendija entre la puerta y el piso, observaba los pies y podía imaginar la escena que se desarrollaba: Alicia, empuñando la escoba, la pasaba una y otra vez por los pies del gasfiter, urgiéndole que se apartara con el pretexto del aseo. Cada barrido era un intento desesperado por mantenerlo alejado.
El corazón me martilleaba en el pecho cuando la voz del maestro se elevó, insistente, determinado a recuperar su bolso de herramientas. La amenaza de ser descubierto se cernía sobre mí, junto con el peso de lo que eso significaría para el “proyecto siglo XX”. Los segundos se estiraban como horas angustiantes. Finalmente, la estrategia de Alicia y su implacable escoba surtió efecto. En un movimiento veloz, apenas el maestro se alejó lo suficiente, ella abrió la puerta y rescató el bolso sin que mi presencia fuera revelada.
Ya no recuerdo el tiempo que transcurrió hasta que Alicia regresó para anunciar que el peligro había pasado. Más tarde, cuando la tensión se disipó, convertimos el incidente en una anécdota casi cómica. Pero en ese momento, la sangre fría de mi madre nos había evitado un desastre.
Escribir parte de la historia que nos tocó vivir es muy complicado, difícil por decir algo, cuando ya han pasado muchos años y en los cuales se tuvo que mantener en silencio muchas cosas.
Hay muchas historias guardadas. Me tocó ser parte de un grupo de ayuda de Juan Varas y Ana Delgado en los primeros años del frente, cuando todo recién se estaba armando con mucho ingenio y más valentía aún. En esos años todo había que aprenderlo y una de esas cosas era volar las torres de alta tensión. Eso se fue haciendo a fuerza de errores, y para suplir estos “errores “, había que instruir a los compañeros que no sabían. Para eso, Juanito , como le decíamos a ese ser bajo de estatura , moreno de pelo negro y bueno para reírse, me encomendó la tarea de hacer una maqueta de una torre de alta tensión. Me pasé varios días después que salía del liceo, camino hacia el cerro San Cristóbal por el sendero que hacía la cumbre, dibujando y contando fierro por fierro para estar seguro de cómo se estructuraba una torre. Con esa información me di a la tarea de fabricar la famosa réplica, de un metro de altura. Una vez terminada nos dimos a la tarea de esconder semejante maqueta, tomando en cuenta que en los años 83 -84 no sé qué habría pasado si nos hubieran pillado con esta gracia.
Bueno, como cada cual armaba su infra de ayudistas tuvimos que recurrir a nuestros queridos compañeros del cerro para fondear la maqueta en pleno Barrio Bellavista, de ahí se movió varias veces a un taller textil de Patronato envuelto en un gran paquete de regalo y esconderla hasta su uso. Gran mérito se lleva Huguito, que con valentía nos ayudó más de una vez en estos menesteres.
La “abuela”, como todos la conocían, era una rubia, alta, de ojos azules y una luchadora social tan consecuente, que ni siquiera el fragor de un yunque la podía desviar de su camino.
Fue en noviembre de 1984 cuando se enteró de un nuevo frente de lucha que se había creado en el FPMR. Ella comenzó a indagar con sus antiguos compañeros hasta que logró contactarse con un miembro del frente, Ignacio, quien le fue dando algunas tareas a realizar, entre ellas, sacar algunos certificados de nacimiento en el Registro Civil. Una mañana sintió el tic tic tic en el vidrio de su ventana que daba a la calle.
-Ya voy – gritó un poco molesta porque la interrumpían de su café y su Liberty sin filtro.
Caminó hasta la puerta y abrió. Eran Ignacio y otro joven, quienes rápidamente entraron al pasillo de la casa. Ignacio le presentó al otro joven. Todo esto murmurando ya que la “abuela” vivía con su madre que era una anciana de origen alemán, cascarrabias y pinochetista. Los hizo pasar a una salita, donde les ofreció café y Liberty sin filtro.
–Abuela, necesitamos un encargo – le dijo Ignacio y mirando a su compañero le cedió la palabra.
–Sí, abuela. Necesitamos mandar a hacer esto – continuó el otro joven, colocando un objeto sobre la mesa.
Ella lo tomó y dijo– ¡Pero si esto es un pedazo de resorte! Esta payasada debe tener el viejo de abajo, el que estira somieres y repara camas – exclamó.
Los jóvenes se rieron e Ignacio le dijo al otro
– ¿Viste?, la abuela soluciona todo- Y con una pequeña sonrisa continuó:
– No abuela este es un resorte especial y hay que mandarlos a hacer con un especialista. ¿Tiene las páginas amarillas? Ahí se puede buscar –.
La abuela se levantó y caminó hacia el dormitorio para buscar la guía.
– Mijita ¿quiénes son esos jóvenes?, preguntó su madre.
– Unos amigos que buscan una calle, le respondió la abuela – . Tomó la guía, se dirigió a la salita donde estaban los jóvenes y se la pasó a Ignacio, mientras tomaba otro Liberty sin filtro. Se lo llevó a los labios y encendiendo un fósforo miró a los jóvenes, que con mucha virtud ya tenían dos o tres direcciones de talleres donde fabricaban resortes.
– Este me parece – dijo el joven. – Es cerca de aquí y el aviso es chico, por lo que debe de ser un taller pequeño y no muy concurrido– respondió ella. Ignacio asintió y mirando a la abuela le dijo:
– Si ves que hay mucha gente no entres. Si te pregunta algo tendrás que inventar una historia porque este resorte no es para una cama–.
– ¿Y de qué es?– preguntó la abuela.
– Es mejor que ni sepas– respondió el joven e Ignacio lo confirmó.
– No se preocupen – dijo la abuela – Yo voy a ver hoy mismo. Me arreglaré un poquito para pasar por gringa, pierdan cuidado –.
Los jóvenes se levantaron de sus sillas y se dirigieron hacia la salida. Ella los acompañó a la puerta con su pucho en los labios, mientras en su mente ya tenía toda la historia que contaría al vendedor de resortes. Fue esa misma tarde que ella se arregló un poco y con su metro setenta de prestancia, tomó su cartera que combinaba con sus zapatos, guardó la muestra que le habían dejado y partió.
– Mamita, voy y vuelvo – dijo y dándole un beso en la frente a su madre se despidió.
– ¿A dónde vas tan arreglada niña? – preguntó su madre. – A buscar marido pues – le respondió.
No se cuestionó mucho y salió caminando hacia el taller que quedaba a seis o siete cuadras de allí. Mientras caminaba recordó las cosas que le faltaba por hacer: el pan para la once y unos huevitos revueltos. Fue así que sin darse cuenta estaba frente al taller, que era un local chiquito en una esquina, atendido por su propio dueño, maestro en resortes. Al mirar al interior se dio cuenta que estaba vacío, por lo que decidió entrar.
–Buenas tardes – saludó.
– Buenas tardes – respondió el dependiente. “Buenas tardes”, escuchó decir a una voz desde el interior del local. Era un cliente que esperaba algo, sentado en un rincón de la habitación.
–Buenas tardes señor– respondió la abuela. – ¿Es usted el señor de las tinieblas? Me perdona, pero no lo vi – dijo con ironía .”El señor de las tinieblas”, le respondió que no se preocupara.
– ¿En qué la puedo ayudar mi señora?, preguntó el dueño del local. La abuela metió su mano en la cartera y sacó el resorte. – A mi hermano se le rompió algo de la cosechadora en el sur y me pidió si usted le podría fabricar este resorte pero de un metro de largo – .
El dependiente tomó la muestra en sus manos, se ajustó los lentes más hacia la punta de la nariz y miró la pieza. Después de un instante miró a la abuela solo levantando los ojos y le dijo:
– Señora este es un resorte de una pistola – , y dirigiéndose al “señor de las tinieblas”, le señaló:
– Usted tiene que saber más mi oficial. Es de una pistola, y si no me equivoco es de una Glock 19 –.
El “señor de las tinieblas” se paró raudamente a ver y dijo que a él le parecía que el resorte era de una Luger de 9 mm. La abuela al verse descubierta por un Oficial del Ejército y un experto en resortes respondió:
– !Que va, caballeros! No es ni de una Luger ni la otra que usted dijo mi señor – y prosiguió firme en su defensa. – Este es el resorte de una trilladora alemana John Deere del 68. Ellos fabrican las cosas como para la guerra – planteó con seguridad.
– En eso sí estamos de acuerdo mi señora – respondió el “señor de las tinieblas”.
– Mi padre tiene un tractor John Deere y aún funciona como reloj suizo – afirmó el dependiente, mientras tomaba un lápiz y el talonario de las órdenes de trabajo.
– Entonces un metro de largo, ¿y a nombre de quién dejamos el pedido?– preguntó.
PRISIÓN RODRIGUISTA
La cárcel se hizo común entre los y las combatientes del FPMR, y lejos de apagar su sentido de lucha, se convirtió en una trinchera más. Aquí, diferentes reflexiones acerca de cómo enfrentarla.
, APUNTES PARA EL APORTE DE UNA FUTURA SISTEMATIZACIÓN DE LA EXPERIENCIA DE LA MILITANCIA RODRIGUISTA EN PRISIÓN
La prisión política es un nuevo escenario para el desarrollo de la vida orgánica y de la actividad política de los rodriguistas encarcelados. Es una nueva trinchera de lucha donde, con condiciones más restringidas, la militancia rodriguista asume tareas en esta nueva realidad.
El derecho a la fuga y el deber de hacerlo
Esta definición que funcionaba como prioridad para los prisioneros del Frente, tiene como fundamento el reincorporarse a la organización en lucha y en plena libertad. Es decir, libres de todas las limitaciones objetivas y materiales que impone el sistema carcelario. En términos conceptuales podríamos sostener que el ser humano nace libre y en pleno ejercicio de su libertad. Además, está el hecho que la prisión por ideas es totalmente ajena al ser humano libre pensante, pero la realidad nos muestra otra cosa, que la libertad está determinada en el poder ejercerla y sabemos que son muy pocos que tienen ese poder material para ello. Sin embargo, existe una pulsión permanente del ser libre en toda persona.
La prisión como escuela rodriguista
Emplear el tiempo en adquirir nuevos conocimientos políticos y técnicos que contribuyan al desarrollo de los militantes rodriguistas. Organizar cursos, intercambiar experiencias y realizar lecturas son actividades en esa dirección. El acondicionamiento físico es parte sustancial de la preparación para el combate.
Conducta rodriguista en prisión
Mantener una actitud digna frente a los carceleros y a los presos comunes.
Ser solidarios con los demás presos políticos y resistir y luchar contra las opresiones del sistema carcelario.
La mantención del vínculo con la organización es de suma importancia para estar informados de la actividad del Frente fuera de los muros y para informar de la realidad interna de la prisión política. Es indispensable conocer los planteamientos políticos de la organización respecto a las coyunturas políticas que se presentan y con ello poder participar en las opiniones de los presos políticos.
Las luchas reivindicativas por mejorías de las condiciones de vida en la prisión se potencian con la participación externa de organizaciones o referentes públicos que apoyan la lucha por el respeto a los derechos humanos en general y las demandas carcelarias en particular. El fortalecer los lazos con estas agrupaciones solidarias es una de las tareas políticas de los prisioneros. También comprender que en el espacio de las visitas periódicas de familiares y amistades, también se desarrolla la actividad política. La Asistencia jurídica a los presos la realizan en la mayoría de los casos abogados que trabajan en organismos de Derechos Humanos y defensa popular (Codepu , Odep, etc.)
Ramiro
Cárcel de Rancagua, Julio 2024
La prisión política es un fenómeno que data, contrario a lo que se piensa, incluso antes de la dictadura. Desde finales de los 60’, pertenecientes a la VOP fueron los primeros presos políticos. Luego vinieron los presos de la dictadura, de la Penitenciaría y la Cárcel Pública. Las décadas siguientes, pertenecientes al MIR repletaron las prisiones. En los años 80’, “El Ronco” fue uno de ellos, estableciendo las bases organizativas de lo que desde ese momento se entendió como “prisión política”. “Haceldama, campo de guerra” es la narración de sus años vividos en la cárcel que muestra la realidad de la época.
El proceso de detención en esos años buscaba la delación del funcionamiento de las organizaciones políticas y las acciones cometidas por estas. Al ser capturado, el preso pasaba por un periodo de detención de entre 5 a 10 días en una comisaría, en constante interrogatorio. Luego, era devuelto al tribunal para ser enviado a la cárcel, donde se mantenía incomunicado en una celda solo por otros 10 días. Este aislamiento esperaba quebrantar al detenido para buscar nuevos antecedentes, por lo que era devuelto al tribunal y a los interrogatorios una vez más, para finalmente enviarlo a la “calle de detención” en una cárcel y decidir en qué módulo sería puesto.
La actitud y reconocerse como presos políticos era primordial, porque no bastó el encierro para controlar del todo a los PP; la cárcel durante esta década se preocupó de impedir la organización dentro de ella, a través del aislamiento y la reubicación para evitar el contacto entre compañeros. Primeramente romper con esto no fue fácil, se necesitó encontrar vías de comunicación al interior de la presión para lograr un primer contacto, luego comenzar a establecer lugares para reunirse, y finalmente aceptar las represalias por los intento de agrupación, como los constantes allanamientos. A pesar de esto, se logró generar formas de organización gracias a la astucia de los combatientes prisioneros, que formaron una red ahora encargada de velar por los derechos de éstos.
La primera conquista, fue el establecimiento de una calle que agrupó a los presos políticos en la Penitenciaría, lugar donde podrían llegar directamente los recién detenidos. Estar juntos en un mismo lugar, generó la posibilidad de coordinar luego distintas luchas en busca de la conquista de derechos de los presos. Influyó en estas victorias el hecho de que aquellos presos organizados, pertenecían ya a organizaciones políticas. De los años 84’ y 85’ en adelante, las cárceles comienzan a llenarse de opositores organizados contra la dictadura, de militancias como el MIR y el FPMR. De esta manera, la figura del PP empieza a tomar forma y ganar peso, encontrando su lugar en el ecosistema carcelario. En la cárcel chilena existe una jerarquía según el tipo de delito cometido, y en estos años, aquellos presos por desafiar al poder político eran respetados por la naturaleza de sus acciones. Ser PP entregaba inmediatamente un estatus, o como se decía en aquella época, una “ficha” dentro de la prisión.
Así mismo se generó una red de presos políticos organizados que buscaban precisamente: poder agruparse, establecer vías de comunicación interna y con los presos comunes, y la realización de un trabajo hacia el exterior con las familias para conseguir un reconocimiento institucional de la existencia de presos políticos y el derecho a la defensa. Durante los años 80’, incluso antes, se crea la CNPP (Coordinadora Nacional de los Presos Políticos) que cumple con un importante rol en las vías de comunicación y organiza la primera huelga general.
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TEXTO PENDIENTE.